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Claudia no cuida la piñata


Columna de opinión escrita por Salvador Camarena para el diario ​El Financiero


Jueves 29 de octubre de 2025


Salvador Camarena

Ante un revés, no existe el gobierno al que guste dar explicaciones y menos aceptar errores o culpa. La cuestión con Morena es que tiende siempre, más que a evasivas, a la victimización. Como pasa con la determinación de Estados Unidos de castigar a la aviación mexicana.


Washington dio el martes una cucharada más del trato que dispensa al gobierno de Claudia Sheinbaum. Tras liberarle algo de presión al ampliar el plazo de la unilateral política arancelaria, de manera intempestiva da un coscorrón cancelando rutas aéreas.


Tras conocerse la noticia, la presidenta Sheinbaum reveló ayer gestiones realizadas la víspera con sus colaboradores para generar el argumento con el que México intentará evitar la medida.


Los especialistas en aviación, transporte, turismo o economía han desgranado posibles repercusiones, dado que también quedaría suspendida la modalidad de carga en vuelos de pasajeros. Ante ello, lo más sonoro de la presidenta fue un “México no es piñata de nadie”.


El problema es que Morena actúa como si México fuera una piñata; su piñata, con todo y los siete picos que representan los pecados capitales, según la tradición. Y si ahora desde EU nos agarran a palos es porque este gobierno nos puso en la cuerda.


Una narrativa soberanista no alcanza para ocultar dos hechos. Al obradorismo no le gustan los convenios internacionales, y tampoco negociar a nivel local. Al régimen le encantaría ser una isla. De hecho, en eso andamos: el gobierno desdeña foros, acuerdos y obligaciones.


Donald Trump y su mercurial forma de proceder, con socios o no socios, es una cosa. México tomando medidas igual de atrabancadas desde 2018 es lo mismo, salvo que la presidencia de allá sabe de su poderío, mientras que la de acá pues no, y no se deja ayudar.


Nadie quiere darle la razón a Washington, salvo el expresidente y la presidenta que le dieron y dan pretextos para sanciones como si la idea de soberanía, en este caso al consentir por capricho al AIFA, alcanzara para paliar las consecuencias de los arrebatos morenistas.


Cuando en el sexenio anterior, la presidencia tomó la decisión de forzar operaciones de carga y de pasajeros en el aeropuerto Felipe Ángeles, no sólo trastocaron intereses de otros países, sino mexicanos también. Y tan no les importó que la sorpresa fue pareja.


Ahora que llega un revire foráneo, la presidencia, de nueva cuenta, se asume como único factor de posible solución.


En otras palabras, el gobierno incurre en su práctica favorita: negación, ensimismamiento y patriotismo, recursos que constituyen su particular forma de victimizarse. No escuchan razones, ni sugerencias, como lo subrayaron ayer pilotos a través de un comunicado de ASPA.


La presidenta tuvo un largo año para, ante eventuales turbulencias de una Casa Blanca Trump 2.0, preparar correcciones, establecer nuevos acuerdos con empresas e intereses nacionales y extranjeros, y matizar el estilo donde el gobierno todo lo decide, y luego todo lo niega.


La torre de control de esta administración asemeja a una de marfil. Inescalable para todos aquellos que no son de Morena, en primer lugar, y del círculo cercano, en segundo.


Así, cada que surge una medida como la del martes, todos a encogerse de hombros pues ni quién atine qué hace, o qué no hace, la presidenta y su equipo.


Si antes en Palacio hubieran escuchado, si ahora en Palacio escucharan…


Peculiaridad del actual presidencialismo. Tan poderoso como antaño, tan aislado como nunca. Sí, hoy Morena maneja la piñata, el tema es su patriótica manía de exponerla a los palazos mientras adentro todos los demás sufrimos las sacudidas como tejocote en posada.



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Volando bajo

Columna de opinión escrita por Joaquín López-Dóriga para el diario Milenio


Jueves 30 de octubre de 2025


Joaquín López Dóriga

Esperaban más de él, no sé por qué.


Florestán


El 18 de diciembre de 2015, el gobierno de Enrique Peña suscribió un tratado bilateral aéreo con el de Estados Unidos, Acuerdo de Cielos Abiertos, que entró en vigor el 21 de agosto de 2016, sustituyendo al vigente desde 1960 que limitaba rutas y frecuencias aéreas entres los dos países.


De 2016 a 2018 aumentó 30 por ciento el número de vuelos, permitió la alianza Aeroméxico-Delta, acordó acceso equitativo a aeropuertos y estableció tratos no discriminatorios.


Pero ese acuerdo lo rompió López Obrador, que había inaugurado el AIFA el 21 de marzo de 2022 y que no levantaba vuelo.


A los dos meses, el 2 mayo, recortó las operaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) de 61 salidas/llegadas por hora a 50, para beneficiar a su terminal aérea.


El 2 de febrero de 2023 lo declaró saturado y ordenó que todos los vuelos de carga se fueran al AIFA y dio un plazo de 108 días, como el número de costuras de una pelota de béisbol.


Ya el 31 de agosto hizo otro recorte al AICM, ahora de 52 a 40 salidas/llegadas, siempre en su afán de poblar al AIFA.


Todas estas decisiones unilaterales, que rompían el acuerdo bilateral de 2015, pasaron la factura a la presidenta Claudia Sheinbaum. El 12 de julio, Washington publicó la Order 2025-7-12, que declara que el gobierno de México redujo arbitrariamente la capacidad del AICM, confiscó slots de aerolíneas estadunidenses de forma abrupta, mandó la carga aérea al AIFA sin una evaluación transparente del régimen de asignación de despegues y aterrizajes y acusó al gobierno de México de incumplir el acuerdo de 2015.


Ante la indiferencia del gobierno mexicano, este miércoles anunció la cancelación de todos los vuelos, 13, del AIFA a Estados Unidos y congeló la expansión de vuelos de todas las aerolíneas mexicanas del AICM a su país, y repitió el plazo de los 108 días de AMLO, lo que es un golpe en la línea de flotación de la aviación comercial mexicana.




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