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Crónica de una caída


Columna de opinión escrita por Héctor de Mauleón para el diario El Universal


Martes 2 de diciembre de 2025


Héctor de Mauleón

No hay fiscalía independiente cuyo fin haya que lamentar. A lo largo del sexenio pasado, Alejandro Gertz Manero fue un empleado fiel de Andrés Manuel López Obrador. Se convirtió en los ojos y en las orejas de AMLO, y fue una de las voces que el expresidente consultó sistemáticamente y al que encargó trabajos especiales y espinosos. Una de las piezas en las que AMLO podía confiar.


A través de escuchas telefónicas realizadas a los miembros más relevantes de la clase política, así como a empresarios, funcionarios, periodistas, activistas y dueños de medios de comunicación, entre otros, Gertz Manero mantuvo a López Obrador al tanto de todo lo que este debía saber.


Semana a semana le enviaba tarjetas e incluso carpetas cargadas de datos. La Fiscalía en realidad no perseguía criminales: era sobre todo una eficiente agencia de espionaje político y una maquinaria al total servicio de López Obrador.


En momentos de urgencia el presidente y el fiscal se comunicaban telefónicamente. En otras ocasiones, según fuentes de la FGR y Palacio Nacional, el contacto entre ambos era Alejandro Esquer.


Gertz llevaba la relación con el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, y reportaba e interpretaba para López Obrador el resultado de esos encuentros (dicha relación se erosionó cuando Salazar se negó a compartir información sobre la entrega a Estados Unidos de Ismael El Mayo Zambada).


Gertz proponía estrategias y escenarios. Sugería maneras de hacer control de daños frente a los grandes escándalos del sexenio. Fue también un escudo de protección ante la voracidad de los hijos de AMLO. Sus reportes ocuparon miles de páginas. Llegó a espiar incluso a Luisa Alcalde, en sus tiempos como secretaria de Gobernación. El monitoreo a las llamadas “corcholatas”, realizado al servicio del presidente, alcanzó incluso a la hoy presidenta Claudia Sheinbaum.


A consecuencia de los favores realizados se le perdonaron sus venganzas familiares, la fabricación de casos, la persecución de académicos, su manera violenta de torcer la ley, sus grandes pleitos al interior del gabinete.


Algunos de sus informes no fueron tomados en cuenta. En el escritorio del presidente, y del gobernador de Michoacán Alfredo Ramírez Bedolla se quedó un expediente con los nombres de 45 funcionarios que tenían vínculos con el crimen organizado. Según las fuentes consultadas, cuando en noviembre de 2024 se viralizó el caso del tesorero municipal de Tacámbaro, Raudel Campos, condenado en Estados Unidos durante un año y medio por trata de personas, Gertz reenvió el expediente a Claudia Sheinbaum y le pidió autorización para llevar personalmente el caso.


La presidenta dijo que lo iba a analizar, pero nunca le respondió.


López Obrador le había recomendado que se apoyara en Gertz. Pero el clic entre ambos nunca se dio. Se afirma que su primera reunión terminó mal, cuando en un primer corte el fiscal presentó cifras que dejaban mal paradas las primeras semanas de Sheinbaum al frente del gobierno.


Gertz intentó nuevos acercamientos. Entre otras cosas, espió las conversaciones de empresarios de cámaras y asociaciones de Sinaloa que protestaban por las pérdidas millonarias que había dejado la guerra interna del Cártel de Sinaloa. Espió a Mexicanos contra la Corrupción. Entregó a la presidenta un informe sobre el riesgo que podría traer el nombramiento de Citlalli Hernández como secretaria de las Mujeres, donde esta podría crear una base electoral al servicio del ala radical de Morena. Cuando se dio a conocer que una hija de Olga Sánchez Cordero se había titulado dos veces con la misma tesis, Gertz envió una lista de morenistas que podían ser pillados en situación semejante.


Como se sabe, el maltrato de Gertz a Omar García Harfuch cuando este dirigía la Agencia de Investigación Criminal, culminó con la renuncia de este. Tras el regreso en plan estelar de García Harfuch, Sheinbaum dio la orden de que la fiscalía y la secretaría de seguridad federal trabajaran de manera coordinada.


Gertz se desvivió en cortesías. Tras el primer contacto entre ambos funcionarios, Gertz fue visto por su equipo feliz de que lo tomaran en cuenta. Lo tomaron en cuenta en algunas cosas. En otras no. Antes de que se hiciera público, envió el expediente de José Luis Lavalle, exsenador ligado al escándalo de Odebrecht, a quien Layda Sansores iba a nombrar secretario de Desarrollo Económico en Campeche. Nunca le contestaron.


Las fuentes consultadas sostienen que desde finales de 2024 le pidieron, sin embargo, toda la información sobre el crimen organizado en Tabasco y el involucramiento de Adán Augusto López con los grupos que arrasaban la entidad.


Las continuas filtraciones de carpetas de investigación desde la FGR en casos tan espinosos como el del huachicol fiscal, los desplantes, el carácter irascible, la mala salud de Gertz, lo fueron empujando hacia el abismo.


Fue, en efecto, la filtración del caso Rocha Cantú, empresario que sin aviso se había convertido en testigo protegido, la gota que derramó el vaso, y llevó a su fin la era Gertz.



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Misma polarización, distinta tribuna


Columna de opinión escrita por Pascal Beltrán del Río para el periódico Excélsior


Martes 2 de diciembre de 2025

Pascal Beltrán del Río

El expresidente Andrés Manuel López Obrador reapareció en la esfera pública, el domingo, mediante un video, grabado —según sus propias palabras— en su finca chiapaneca de La Chingada.


El pretexto fue presentar su nuevo libro, Grandeza, pero la puesta en escena, y el contenido mismo del mensaje, dejaron claro que nada fue casual. Desde la escenografía hasta el discurso, cada elemento sirvió para reafirmar una presencia que se resiste al olvido.


La ambientación del video es una declaración de intenciones: López Obrador aparece sentado en una mecedora de respaldo alto y ancho, cuya forma evoca, de manera inequívoca, la silla presidencial. A pesar de su supuesta vida campirana, está enfundado en una inmaculada guayabera blanca y pantalón de vestir. Además, las cámaras insisten en enfocar gallinas y otros elementos rurales, reforzando la narrativa de que “él es parte del pueblo”, un recurso recurrente en su carrera. Este minucioso montaje es la primera señal de que no estamos ante un político retirado vuelto escritor.


El politólogo Arturo Ponce Urquiza, en entrevista con Imagen Radio, no dudó en calificar esta reaparición como el final de un “año sabático”, desmintiendo la idea de un auténtico retiro de la política. El contenido del mensaje le da la razón. A lo largo de 49 minutos, el expresidente teje una densa red de alusiones a la política actual, demostrando una conexión viva con los asuntos nacionales. Lejos de la neutralidad que se esperaría de un exmandatario jubilado, López Obrador mantiene vivo su discurso de la polarización, citando a sus adversarios y reafirmando su visión de la susodicha Cuarta Transformación.


El mensaje opera como una intervención política activa. El expresidente no sólo defiende su legado, sino que traza una línea roja para un posible regreso. Afirma que volvería a la política activa si se cumple alguna de tres condiciones que él considera graves: un atentado contra la democracia, un intento de desestabilizar al gobierno de Claudia Sheinbaum o un ataque a la soberanía nacional. El mensaje en sí mismo es un mentís a su decisión de retirarse, pues su sola mención de estas condiciones lo proyecta como el garante último del movimiento. La afirmación de que no realizará una gira de presentación para su libro porque no quiere hacer sombra a la presidenta Sheinbaum, si bien suena a deferencia, es irónicamente un acto de sombra en sí mismo, al erigirse como la figura a la que, por precaución, no se debe opacar.


El día de la reaparición tampoco es baladí. El 30 de noviembre precede a la conmemoración del séptimo aniversario de su ascenso al poder, un momento simbólico. Ocurre justo en un contexto de cambio en la titularidad de la Fiscalía General de la República, y en medio de amenazas externas, como la postura del gobierno de Donald Trump respecto a Nicolás Maduro, que él bien podría interpretar como un posible “ataque a la soberanía”. A esto se suma la manifestación de inconformidad de varios sectores de la sociedad mexicana con la autodenominada Cuarta Transformación. Su reaparición en este momento de efervescencia es una inyección de presencia cuando el movimiento da visos de cansarse.


El tono del mensaje es innegablemente paternalista. López Obrador ya tuvo su oportunidad de gobernar, y esta incursión, incluso meramente verbal, es un acto protagónico no solicitado. El hecho de pedir apoyo explícito para Sheinbaum, con frases como “hay que seguir apoyando a la Presidenta”, podría entenderse como que la mandataria carece de ese apoyo o que requiere de su bendición. Se supone que con la entrega del “bastón de mando” él había cedido el liderazgo, pero al actuar como el vigilante supremo y el vocero moral del movimiento, demuestra que no pretende dejar de ser el líder de la 4T. Si el retiro fuera genuino, no habría necesidad de publicar un video tan cargado de alusiones y directrices políticas. La publicación y presentación de Grandeza —una “investigación” y redacción que apenas le tomó un año— son la demostración de que el expresidente no se ha ido; simplemente, ha cambiado de tribuna.



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