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Estulticias en política exterior.


Columna de opinión escrita por Jorge Castañeda para el diario El Universal


Miércoles 17 de diciembre de 2025


Jorge Castañeda

Ningún presidente de países con escasos compromisos internacionales se ve obligado a entender asuntos de política exterior antes de asumir el poder. Una vez sentado en la silla, la experiencia, la lectura, los roces con el mundo y las asesorías de sus principales colaboradores se transforman en una especie de seminario intenso y permanente; el aprendizaje es rápido o lento, dependiendo de múltiples factores.


Los mandatarios del P5 sí poseen la obligación de saber la diferencia entre una consigna -útil, necesaria, pero siempre superficial y anodina- y una estrategia internacional. Es el caso también de Israel, quizás de Alemania, de la India, y de Japón. Los demás pueden prescindir de un conocimiento previo. No pasa nada, la mayor parte del tiempo, si se limitan a lugares comunes o simplismos inocentes. Hasta que las cosas se complican.


La decisión de incluir los llamados principios de política exterior en el Artículo 89 de la Constitución se tomó en 1988. Miguel de la Madrid y su canciller, Bernardo Sepúlveda, pensaron con la mejor de las intenciones que dicha inclusión podía erigirse en una especie de blindaje contra el abandono por el siguiente gobierno de la postura mexicana en Centroamérica. En parte se produjo un ajuste de la postura de los dos sexenios anteriores en esta materia, en parte los acontecimientos dieron lugar al final de las guerras en Centroamérica, y en parte se mantuvieron las posiciones previas. De cualquier manera, quedaron inscritos los famosos principios en la Carta Magna, para bien y para mal. Para bien, porque le dieron mayor relieve jurídico y mediático a lo que en el fondo no son más que las líneas rectoras de la Carta de San Francisco, que reviste el estatuto de un tratado ratificado por México.


Para mal, porque tal y como sucedió en 2011, era previsible que otros gobiernos quisieran agregar otros principios de política exterior a la misma Constitución, sin preocuparse demasiado si las adiciones eran complementarias a los principios originales, por lo menos compatibles con ellos, o francamente contradictorios.


Pero, sobre todo, le permitirían a algunos de los gobiernos siguientes -los primeros años de Peña Nieto, López Obrador y Sheinbaum- refugiarse detrás de escudos retóricos aberrantes ante cada coyuntura de la actualidad internacional. Peor que aberrantes: simples, ignorantes, carentes de contenido, incomprensibles. Obviamente estas consecuencias no son culpa de De la Madrid y Sepúlveda; pero sí les permiten a los gobernantes de la 4T afirmar barbaridades y estulticias sin cesar, en materia de política exterior.


No importan mayormente, mientras la coyuntura no se complejiza. Se comienza a complicar; más aún, al verse obligada a responder a cada giro externo todos los días por la mañanera, Sheinbaum se encuentra completamente desarmada frente a las vicisitudes externas. Como además es probable que crea que cuando habla de la “autodeterminación de los pueblos”, piensa que sabe de lo que está hablando, la situación se torna patética, y tal vez ya no insignificante.


La parálisis presidencial ante el Premio Nobel de María Corina Machado constituye un ejemplo. Las tonterías con Perú y Ecuador, y tal vez pronto con Bolivia, representan otros más. El no poder ofrecer una respuesta coherente ante una pregunta el martes comparando la postura mexicana ante Venezuela y Honduras demuestra la dificultad de definirse sin estudiar, sin escuchar, y sin saber. Según Sheinbaum, el caso de Xiomara Castro en Honduras es distinto al de Machado en Venezuela, porque una pide “injerencismo” y la otra no. Pero la diferencia no es esa. Consiste en el contraste entre elecciones reñidas pero limpias, certificadas como tales por la OEA, a pesar de los comentarios de Trump, y el fraude electoral generalizado en Venezuela, denunciado por todo el mundo, salvo México, Cuba, Rusia, etc. Sheinbaum piensa que dice algo con sus lugares comunes principistas; en realidad, no dice nada.


Ahora bien, aunque no se espera de ella que entienda todo esto -pocos de sus predecesores lo entenderían- sí resultaría útil que su equipo de política exterior -De la Fuente, Cárdenas, Velasco- le explicaran que cuando las cosas se complican, los simplismos dejan de funcionar. O no lo hacen, o no les hace caso. Trae encima, además de toda la negociación bilateral con Estados Unidos -agua, jitomate, ganado, automóviles, fentanilo, migración, aviación, acero, aluminio, T-MEC, visas- múltiples desafíos por venir en varios frentes. Enumero algunos: la crisis en Venezuela, la catástrofe en Cuba, los espías rusos en México, China y su disgusto por los aranceles mexicanos, la posible candidatura mexicana a la Secretaría General de la ONU, el auge de la derecha en América Latina, el pleito interno en Honduras, la posible embestida de Trump contra Petro en Colombia. En fin, una retahíla de retos imposibles de enfrentar con lugares comunes.



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Qué piensa José Antonio Kast de


México


Columna de opinión escrita por ​Carlos Puig para el diario Milenio


Miércoles 17 de diciembre de 2025


Carlos Puig

En agosto del año pasado se llevó a cabo en México la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés).


Es la organización estadunidense que reúne a la derecha más conservadora de aquel país y poco a poco de otras partes del mundo. Trump mandó un mensaje en video y asistieron, entre otros, Javier Milei y José Antonio Kast, el hoy presidente electo de Chile.


Mi colega y amiga Galia García Palafox asistió a la conferencia para trabajar en una serie de podcasts para Así Como Suena, cuya intención era ver quiénes eran, cómo pensaban, de dónde venían los jóvenes mexicanos atraídos por la ultraderecha.


En estos días me ha recordado que como parte de su reporteo habló en aquella reunión con José Antonio Kast y me pasó, para esta columna, esos diez minutos de conversación en los que el próximo presidente chileno habló de México. Gracias, Galia.


Kast le habla elogiosamente de Milei y Argentina, de Bukele y El Salvador, argumentando que el de la derecha es un movimiento que seguirá creciendo en el continente.


—¿Y cómo ves México? —pregunta Galia.


—Yo veo con esperanza que las personas van reaccionando al mensaje del sentido común, al hablar con la verdad. Porque han sido ya muchos años de mentiras para tratar de ilusionar a las personas diciéndoles que le van a mejorar la calidad de vida. Pero siguen personas intentando salir de México, de llegar a otros países para buscar un destino mejor para sus familias. Si se hiciera realidad lo que dicen algunos políticos en México, eso no ocurriría. También México tiene un tema muy grave con el tema de la corrupción y con el tema de la influencia del crimen organizado y el narcotráfico, y eso es difícil de enfrentar.


 “Yo creo que en México el detonante será el tema de la pobreza, de la marginalidad. El tema de la inseguridad es algo evidente. Cuando uno a la distancia las matanzas ven que hay personas que para llegar a su lugar de trabajo en zonas rurales deben tener una autorización de la guerrilla o el narco”.


—Pero aguantamos al PRI tantos años...


—Pero el alma de las personas es un alma libre. Y lo hemos visto desde la distancia, que lo que ocurre en México es una opresión permanente. Es la captura del Estado por organizaciones criminales en algunas localidades, es el abandono de la gente marginada, de la gente pobre que no tiene esperanza.


Se me ocurre que puede estar un poco tensa la primera reunión de Kast con la Presidenta.



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Rescatada en el mar: Cómo la venezolana Machado sobrevivió al tramo más arriesgado de su escape - Parte 2


Artículo escrito por José de Córdoba, Vera Bergengruen y Alex Leary  para el diario The Wall Street Journal


Miércoles 17 de diciembre de 2025


The Wall Street Journal

Mientras planeaban al menos nueve escenarios posibles, desde rescates aéreos o en helicóptero hasta sacarla por Guyana o Colombia, Stern dijo que su equipo sembró rumores falsos para que el mundo la buscara por los lugares equivocados. Algunos la situaban en Europa, otros en un coche con destino a Colombia, y otro que se había escapado del país a bordo de un vuelo estadounidense que había transportado deportados de Venezuela.


Dentro y fuera de Venezuela, quienes seguían de cerca el drama debatían si el régimen de Maduro se había infiltrado en su movimiento y le estaba permitiendo tácitamente irse, calculando que Machado fuera del país se desvanecería rápidamente en la irrelevancia política. Stern negó haber recibido ayuda alguna del gobierno venezolano o de funcionarios militares.


El lunes por la tarde, Machado salió de su escondite con peluca y disfraz. El equipo de Stern también tuvo especial cuidado para asegurarse de que Machado y su equipo no fueran rastreados digitalmente.


El plan, según Stern, era que Machado y sus compañeros se reunieran con los agentes que la esperaban en el pueblo pesquero y luego viajaran en su pequeño bote a través del Golfo de Venezuela hasta un punto de encuentro acordado en medio del mar. Desde allí, Stern la llevaría a Curazao.


Casi de inmediato, las cosas empezaron a ir mal.


Los agentes que esperaban a Machado en la playa tenían problemas mecánicos. Habían elegido un barco pesquero deliberadamente deteriorado, con la esperanza de distinguirlo de las embarcaciones especiales utilizadas por los narcotraficantes que el ejército estadounidense ha estado bombardeando en los últimos meses.


El equipo era consciente de que había muy poca oportunidad. Una vez que Machado llegara a la playa, cada minuto contaría.


Reparar el problema del motor causó un retraso de 12 horas. Machado y la tripulación planeaban partir al amanecer del martes, pero se marcharon al atardecer. Una vez en el mar, la embarcación se enfrentó a olas de hasta 3 metros que provocaron que uno de los tripulantes vomitara por la borda durante gran parte del trayecto, según Stern. Si bien las malas condiciones los ralentizaron, el mal tiempo contribuyó a ocultar la embarcación de los radares marítimos, añadió.


Ser bombardeado por Estados Unidos era una preocupación constante. Estados Unidos ha montado recientemente la mayor concentración militar que la región ha visto en décadas, hundiendo más de 20 supuestos buques de narcotráfico. Stern comentó que informó a los funcionarios de defensa estadounidenses de que estaba operando en la zona. Sabía que dos barcos realizando una maniobra de relevo en la oscuridad de la noche resultarían sospechosos.


Stern relató lo que les dijo a sus contactos militares estadounidenses: "Primero, vigílennos. Segundo, no nos maten. Y tercero, si están haciendo algo, avísennos y nos apartaremos". Stern se acercó al punto de recogida acordado en una lancha de consola central de 9,5 metros (31 pies), más grande que el esquife de Machado, pero aún vulnerable en mar abierto traicionero. A las 17:00, cerca del atardecer, envió un mensaje de texto a un oficial superior de la Marina de los EE. UU. con su ubicación y una descripción de la operación. Seis horas después, la lancha de Machado seguía sin llegar. Lo más alarmante era que se había quedado completamente a oscuras.


"No apareció", le escribió Stern al oficial militar estadounidense en mensajes que leyó al Journal. "¿Alguien vigila el cielo?".


El oficial respondió de inmediato: "Uf, ¿te acobardaste? ¿Quizás reiniciar e intentarlo de nuevo?".


Stern decidió aguantar. "Esperaremos dos horas, les daremos una oportunidad y luego nos iremos".


Stern temió constantemente que su lancha fuera un blanco fácil para las fuerzas de seguridad venezolanas.


"Vamos a mantenernos muy silenciosos, agachados, apagaremos todo", dijo. Alrededor de las 11 p. m., la comunicación se restableció repentinamente. El bote de Machado se encontraba a 40 kilómetros del punto de encuentro acordado. Cuando finalmente localizaron el esquife, iluminaron a los pasajeros con una linterna para asegurarse de que no estuvieran armados. Machado abordó la segunda embarcación.


"Hola, me llamo Bryan Stern, encantado de conocerte", le dijo a Machado, pensando que su acento estadounidense lo tranquilizaría.


Envió una foto por teléfono satelital y Starlink a funcionarios del gobierno y militares de EE. UU., mostrándolos a ambos con sonrisas cansadas en el oscuro bote.


En el accidentado viaje a Curazao, Machado habló principalmente de su hija, a quien no había visto en dos años, dijo Stern.


En Curazao, dijo Stern, habló una vez con las autoridades holandesas de la isla, pero intencionadamente no les informó para evitar que los consideraran cómplices y provocaran la ira de la vecina Venezuela.


Curazao permite un plazo de 24 horas para ingresar formalmente al país y pasar por la aduana. Machado solo permaneció en la isla unas horas. El miércoles por la mañana, abordó un avión privado que había volado desde Miami, proporcionado por uno de los donantes de la operación. El avión partió hacia Oslo a las 6:42 a. m.


Allí, en un discurso dirigido a sus simpatizantes, calificó la operación de rescate de "milagro".



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