El mito del eterno retorno
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Columna de opinión escrita por Leonardo Curzio para el diario El Universal
Lunes 8 de diciembre de 2025
Leonardo Curzio
Todas las sociedades tienen una relación particular con la línea de tiempo. Algunas miran al pasado en busca de inspiración y consuelo, otras miran, con confianza y optimismo, al futuro para orientar su acción.
Casi todas las sociedades tienen mitos de origen que explican de dónde vienen y los glorifican a través de ceremonias y ritos. Algunas llegan hasta la suprema arrogancia de creer que siempre han estado ahí (China). Menos sociedades tienen, sin embargo, mitos de destino que movilicen la energía nacional, como si su destino estuviese en el cielo, escrito por el mismísimo dedo de Dios, por parafrasear nuestro himno.
Ver el futuro con optimismo depende no del destino ni de la caligrafía divina, sino del propio desempeño. Como lo señaló Huntington, los países adquieren mayor confianza en sí mismos y en su futuro cuando tienen buenos resultados en lo económico, en lo deportivo o en lo científico (“El choque de civilizaciones”). Todas las comunidades se empoderan cuando descubren que su aportación a la comunidad global es admirada por otros y se convierten en un referente. Muy interesante también es el libro de Amin Maalouf (galardonado en la FIL) que describe la forma en que los asiáticos empezaron a ver el mundo después de la victoria de los japoneses sobre los rusos (“El laberinto de los extraviados”). El éxito en una empresa militar demostró a los japoneses que no estaba escrito en ninguna parte que eran los derrotados de la historia, que el futuro se podía construir de otra manera. Los japoneses, chinos y escandinavos pueden ver el futuro con mayor optimismo que América Latina, porque todo mundo los ve como países altamente civilizados. Hay otros, como Singapur, cuyo presidente nos visitó recientemente, que hablan con orgullo y confianza de su presente y futuro porque en dos generaciones cambiaron el sentido de su historicidad, es decir, de la capacidad de producirse a ellos mismos.
En México el peso del pasado es enorme porque cada vez cuesta más argumentar que somos un país que inspira algo más que una historia cargada de capítulos brillantes, hoy reprocesados de manera pintoresca y folklórica. El sistema político, en vías de autocratizarse, ha dejado de ser un referente, si es que alguna vez lo fue. Nuestro desempeño económico es mediocre y los grandes nudos que impiden el avance de la productividad siguen sin desatarse. Tampoco tenemos grandes éxitos en materia de innovación y por supuesto no hablaré del deporte, del que hace mucho que no tenemos algo más que algunas glorias aisladas. La confianza para ver el futuro está directamente vinculada a un presente que claramente nos ubica en una inercia burocrática que impide a este país desplegar todo su potencial. Ni la concentración de poder sin un proyecto modernizador, ni las fotos de la cúpula política con los magnates de este país o las plazas llenas de las huestes del partidazo, sugieren nada nuevo: todo es inercia y reproducción de formas ya muy vistas.
No es sorprendente, por tanto, que el expresidente con su libro “Grandeza” construya un discurso reduccionista. Buscar orgullo a partir de un pasado glorioso es una apuesta fácil, pero corta. La grandeza no se construye con mitos y leyendas; depende de la renovación de las estructuras sociales y las mentalidades. Lo que hace AMLO es ofrecer una historia que recrea el mito de la irresponsabilidad histórica de la propia condición, al sugerir que todo lo que nos ha ocurrido es culpa de extranjeros desalmados que nos expulsaron del paraíso original.
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Amenaza la Doctrina Donroe
Columna de opinión escrita por Raymundo Riva Palacio para el diario El Financiero
Lunes 8 de diciembre de 2025
Raymundo Riva Palacio
En enero, el periódico The New York Post, propiedad de Rupert Murdoch, amigo de Donald Trump, publicó una portada donde mostraba las nuevas fronteras estratégicas que deseaba el entrante presidente, con Canadá como estado 51, la apropiación de Groenlandia, el control sobre el Canal de Panamá, y la colonización simbólica del nombre del Golfo de México. El Post jugueteó, como siempre lo hace con sus titulares y encabezó: “La Doctrina Donroe, la visión de Trump para el hemisferio”. Ahí quedó todo hasta el jueves por la noche, cuando la Casa Blanca publicó la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Fue una redefinición radical de prioridades. Adiós China como la principal amenaza de Estados Unidos. Adiós el Medio Oriente como prioridad. Adiós a los europeos como el pesebre de los mejores aliados. Bienvenida América Latina, de la que dice sin ambages: “Después de años de negligencia, Estados Unidos reafirmará y reforzará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia norteamericana en el hemisferio occidental”. Es un “corolario” a la Trump a esa doctrina que, 200 años después de haber proclamado “América para los americanos”, la plantea como de “sentido común y potente restauración del poder y las prioridades”, consistente con sus intereses de seguridad.
El objetivo habla de relaciones bilaterales con fines comunes, donde habrá “amigos” que bailen la música que les van a tocar: controlar la migración, frenar el narcotráfico y fortalecer la estabilidad y la seguridad por tierra y mar; o sea, sellar fronteras de acuerdo a lo que les indiquen en Washington. La meta, aunque no lo precise por nombre, es eliminar la fuerza económica de China y neutralizar políticamente a Rusia y a sus proxy, como Cuba e Irán, para lo que evalúan aumentar su presencia militar, que no es menor: tres bases en Centroamérica y el Caribe, y 80 instalaciones menores operadas por el Comando Sur.
La estrategia se publicó la víspera de la reunión del viernes de Trump con la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, en medio del sorteo de grupos para el Mundial de futbol. No fue planeado así, pero no dejó de ser irónico. En vísperas del viaje, Sheinbaum le pidió a su asesor externo, Eduardo Cervantes, un análisis de cuáles podrían ser los temas y escenarios que, si se daba una reunión de trabajo, pudiera plantear Trump. Sheinbaum no sabía con precisión qué es lo que iba a pasar, a diferencia de los canadienses que sabían que los tres líderes hablarían sobre el acuerdo comercial norteamericano de manera general.
La estrategia explica que la reconsideración de la presencia militar en América Latina tiene como propósito enfrentar “las amenazas más urgentes”, que a la vez, por el contexto actual, son todavía más urgentes para Venezuela y México, al incluir “despliegues específicos” para reforzar la seguridad en su frontera sur y “derrotar a los cárteles, incluida cualquier fuerza letal necesaria para remplazar la estrategia fallida centrada únicamente en la aplicación de la ley”, lo que muestra que los convenios internacionales y las acusaciones de intervencionismo no son variables que le preocupen a Trump, y menos aún que lo detengan. Las rutas de tráfico humano y drogas son parte central de estas acciones; es decir, considera potenciales operaciones en territorio mexicano.
Estados Unidos no actuaría solo, únicamente con la fuerza de sus cañoneras. El documento señala que “enlistará” –eufemismos para un abanico de significados, desde persuadir y presionar hasta reclutar–, a gobiernos que los ayude a crear una “estabilidad tolerable” en la región, incluso más allá de sus fronteras, y trabajará para “premiar y estimular a los gobiernos de la región, a los partidos políticos y a los movimientos (políticos y sociales en esos países) para que se alineen con la estrategia y sus principios.
El proceso de realineamiento lleva meses construyéndose. En cinco países de la región fueron derrotados en las urnas candidatas y candidatos de izquierda desde que asumió Trump la jefatura de la Casa Blanca hace menos de un año, y otros tantos lo hicieron en los meses previos, instalando a figuras conservadoras o de extrema derecha. En las próximas elecciones en Chile, dentro de dos semanas, existe la posibilidad de que el gobierno de izquierda sea reemplazado por uno de extrema derecha, y que ese sea el mismo camino que siga Colombia en sus comicios del próximo año.
La influencia de Trump ha sacudido la región, donde quiere frenar la penetración económica china mediante el fortalecimiento de las cadenas de suministro para reducir sus dependencias e incrementar la presencia de las empresas de Estados Unidos. Pero no sólo eso. Sin mencionar a China, la estrategia plantea el control de puertos e infraestructura con activos estratégicos –los chinos los tienen en Panamá, Perú y Brasil, pero también en los mexicanos de Lázaro Cárdenas y Manzanillo, por donde entran los precursores para las metanfetaminas y el fentanilo, y Veracruz, uno de los centros del contrabando de combustible–.
Estados Unidos, dice la estrategia, ha tenido éxito en disminuir la influencia externa a la región en América Latina, al demostrar los costos ocultos de la ayuda que reciben los países, como las “trampas de deuda” –de los chinos, con sus créditos aparentemente a muy bajo costo–, la ciberseguridad –también los chinos a través de sus plataformas de telecomunicaciones y semiconductores, donde desde la administración Biden ha habido fuertes presiones a México para que reduzca su relación con Pekín–, y el espionaje –donde están inmiscuidos rusos, iraníes y cubanos, en varios países, incluido México–.
La estrategia no es una ocurrencia de Trump. Es un llamado a la definición de cada país. “La elección que enfrentan los países es si quieren vivir en un mundo de países soberanos encabezado por los estadounidenses y de economías libres, o en uno paralelo donde están influenciados por países del otro lado del mundo”. Ahí está el dilema. Para Sheinbaum, con un país dependiente en más de 85% del aparato productivo estadounidense, la decisión es mucho más compleja que la que enfrentan otros líderes, al balancearse entre el futuro económico –y lo que significa para el régimen–, sus convicciones ideológicas y las complicidades de su antecesor con los enemigos de Washington.
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El clasismo de la 4T
Columna de opinión escrita por Leo Zuckermann para el periódico Excélsior
Lunes 8 de diciembre de 2025
Leo Zuckermann
Cuando se trata de reunirse con los capitalistas, la 4T es clasista.
Privilegian al gran capital discriminando a los micro, pequeños y medianos empresarios.
Tanto López Obrador como Claudia Sheinbaum han integrado consejos empresariales con los titanes de la economía nacional. Además, frecuentemente se juntan, en privado, con el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), que integra a los 57 dueños de las corporaciones más grandes del país.
Los dos presidentes de la 4T han creído que la economía crecerá si convencen al gran capital nacional.
Se equivocan.
Primero, porque las 50 empresas mexicanas más grandes representan una porción minoritaria de la economía. Difícil calcularlo porque no todas cotizan en la Bolsa; algunas son privadas y no publican sus datos.
Sin embargo, de datos oficiales sabemos que las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) representan 99% de las unidades económicas, contribuyen con más de la mitad del Producto Interno Bruto nacional (una cifra que oscila entre el 50% y el 52%) y son las que más generan empleo: alrededor de 70% del total, equivalente a 27 millones de personas.
Los gobiernos de la 4T han optado por apapachar a los grandes capitales nacionales desdeñando a la mayoría de la clase empresarial mexicana.
Esta discriminación no se ha traducido en crecimiento económico porque ni AMLO ni Sheinbaum han logrado persuadir a las corporaciones de propiedad extranjera y, sobre todo, a las mipymes mexicanas.
Al privilegiar el diálogo con los grandes capitales nacionales, el gobierno recibe opiniones sesgadas. A muchos de estos empresarios les conviene quedar bien con las autoridades porque sus negocios dependen de manera crítica del gobierno.
Algunas son concesiones públicas que siempre tienen que proteger. Otras reciben la mayoría de sus ingresos de venderle bienes y servicios al gobierno. La operación de muchas está sujeta a todo tipo de regulaciones gubernamentales en materia ambiental, sanitaria, bancaria, inmobiliaria, mediática, etcétera. Hay también las que usan “ingeniería fiscal” para eludir el pago de impuestos y no quieren que el gobierno se meta a revisar sus cuentas tributarias con lupa.
En suma, su prioridad es cuidar sus negocios, por lo que carecen de incentivos para decirle lo que verdaderamente piensan al gobierno. Por el contrario, suelen hablarle bonito a los gobernantes.
La 4T carece de una narrativa proempresarial. Erran al pensar que los elogios de los grandes empresarios se traducirán en un incremento en la inversión privada y, por tanto, en el crecimiento.
Lo que urge es que convenzan a los pequeños capitalistas que tienen hambre de crecer sus negocios, pero dudan de hacerlo porque no les gusta ni la retórica anticapitalista ni ciertas acciones que limitan sus derechos frente al Estado.
Tomemos el caso de la reforma judicial. Ahora la 4T controla a los jueces. Los grandes empresarios mexicanos, con las buenas relaciones políticas que tienen, siempre pueden arreglar casos echándole un telefonazo a sus amigos dentro del gobierno. Logran, incluso, arbitrajes internacionales en conflictos con otro empresario o el gobierno. Tienen el capital para contratar a los mejores abogados del mundo.
Las mipymes no. Son más vulnerables a posibles abusos de poder por parte de las autoridades de la 4T ahora que controlan al Poder Judicial.
La 4T critica a los neoliberales por clasistas. Coincidentemente, esos gobiernos también privilegiaban el diálogo con el gran capital nacional discriminando a la mayoría de la clase empresarial. En este sentido, nada ha cambiado en México desde 2018.
Más que ver a la Presidenta integrando consejos empresariales con los “sospechosos usuales” o departiendo con el CMN, debería reunirse con, por ejemplo, los centros empresariales de la Coparmex. Este sindicato patronal reúne a 36 mil empresas, la mayor parte mipymes. Ahí están los dueños de un pequeño laboratorio, una comercializadora de llantas, una estética, inmobiliaria, restaurante o mueblería.
Ésos que no consiguen créditos bancarios y luchan por completar la nómina cada quincena.
Ésos conocen mejor los problemas de la economía, no los grandes empresarios que son privilegiados.
Bien haría la 4T en acercarse a ellos. El problema es que los visualizan como “adversarios” por la vieja asociación que existió entre algunos centros de la Coparmex con el Partido Acción Nacional. Se equivocan. La realidad es que existe una gran pluralidad política en los micro, pequeños y medianos empresarios.
Celebro que a la presidencia del Consejo Coordinador Empresarial haya llegado precisamente el expresidente de la Coparmex, José Medina Mora. Creo que hará una mejor labor de revelar las opiniones de los empresarios al gobierno de lo que hizo Francisco Cervantes, no representante del gran capital, sino del gran capitalista nacional.






















