García Luna: la coartada
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Columna de opinión escrita por Carlos A. Pérez Ricart para el diario Reforma
Jueves 6 de noviembre de 2025
Carlos A Pérez Ricart
En el debate sobre la violencia, Claudia Sheinbaum recurre a la arqueología. Cava en el pasado, rescata un argumento simplón -indigno de su estatura como estadista- y convoca a los mismos fantasmas de siempre: Calderón y García Luna.
No es un error mirar atrás, lo es hacerlo siempre del mismo modo.
No se equivoca la Presidenta al recordar de dónde venimos, pero su discurso se ha vuelto un eco, un reflejo hueco. Diecinueve años después del inicio de aquella "guerra contra el narco" -y siete desde 2018- ya es hora de admitirlo: García Luna dejó de ser explicación para convertirse en excusa.
Algunas coartadas, con el tiempo, cambian de oficio. Dejan de alumbrar historias y aprenden a encubrir relatos.
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Durante la conferencia del lunes, Sheinbaum volvió a enunciar el marco interpretativo que ha sostenido buena parte del discurso oficial de los últimos siete años: la violencia presente como legado de la guerra iniciada por Felipe Calderón y administrada bajo la égida de Genaro García Luna.
Según esta lectura, las secuelas del calderonato continúan moldeando el presente; los asesinatos de hoy serían, en última instancia, víctimas tardías de decisiones tomadas hace casi dos décadas.
Es un relato cómodo, aunque históricamente frágil. Entre otras razones, porque omite al menos tres hechos fundamentales.
Primero, que el despliegue de fuerzas federales no comenzó con Calderón, sino con Vicente Fox: fue él quien inauguró el Operativo México Seguro en Tamaulipas. Segundo, que la expansión y diversificación de las organizaciones criminales se había puesto en marcha desde principios del milenio, como efecto colateral de la alternancia y de la fragmentación del poder político. Y tercero, que la flexibilización del mercado armamentista en Estados Unidos -también a principios de siglo- creó las condiciones de posibilidad para el aumento del poder de fuego de los grupos criminales.
Nada de esto absuelve a Felipe Calderón, arquitecto de una guerra improvisada que llevó al caos. Tampoco borra la corrupción sistémica que su jefe policial encarnó. Sin embargo, sí ayuda a poner las culpas en su sitio y, sobre todo, a iluminar las del presente.
Ha llovido mucho desde 2006. Tres presidentes, seis secretarios (o comisionados) de Seguridad y miles de muertos y desaparecidos después, seguimos hablando de los mismos culpables.
Lo cierto es que ya hay otros. Y están más cerca de lo que nos gustaría reconocer.
¿De verdad vamos a sostener que un hombre recluido en una prisión de máxima seguridad en Colorado carga con más responsabilidad que el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla? ¿Qué podría vincular a Genaro García Luna con la aparición de La Barredora en Villahermosa o con las fosas clandestinas halladas en Chiapas casi dos décadas después? La cadena de causas tiene un límite.
Es de libro: las explicaciones que confunden legado con responsabilidad transforman la historia en un espejo empañado; permiten ver los contornos del pasado, pero no el rostro del presente. Nada más ajeno, me parece, al espíritu del gobierno de Claudia Sheinbaum, cuya estrategia de seguridad -como he escrito antes en este espacio- ha sabido orientarse, con prudencia y método, en la dirección correcta. No así su narrativa.
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Sheinbaum, como antes López Obrador, tiene razón en algo esencial: México no puede volver a los años del cinismo policial ni a la lógica del exterminio. Su gobierno, sin embargo, tampoco puede vivir eternamente en la narración del agravio.
Gobernar demanda algo más que memoria: la voluntad de hacerse responsable del presente. Dejar de excavar el pasado y evitar vivir de reflejos ajenos.
La pedagogía del pasado -esa que repite "fue Calderón", "fue la derecha", "todo comenzó con García Luna"- hace tiempo dejó de educar y empezó a anestesiar. Ya no sirve ni para blindar la moral del presente. En cambio, se ha vuelto un estribillo.
Quienes miramos con simpatía el proyecto de la 4T habremos de reconocerlo: diecinueve años después, el argumento se agotó. García Luna está preso; Calderón está lejos; los muertos, en cambio, siguen aquí. Y muchos de los responsables no están en la cárcel, ni siquiera cerca.
En el fondo, la pregunta es inevitable: si todo sigue siendo culpa de 2006, ¿para qué queríamos 2018?
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Zohran Mamdani
Columna de opinión escrita por Carlos Tello Díaz para el diario Milenio
Jueves 6 de noviembre de 2025
Carlos Tello Díaz
Acaba de cumplir treinta y cuatro años de edad. Era completamente desconocido hace apenas un año; hoy es mundialmente famoso. El 23 de octubre de 2024 anunció su candidatura para la alcaldía de la ciudad de Nueva York; antier, 4 de noviembre, ganó la elección por más de la mitad de los votos. ¿Cuál es su historia?
Zohran Mamdani nació el 18 de octubre de 1991 en Kampala, la capital de Uganda, hijo de inmigrantes de la India en África, radicados ahora en Estados Unidos, destacados los dos: Mahmood Mamdani, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Columbia, y Mira Nair, directora de cine galardonada en los festivales de Cannes y de Venecia. Zohran vivió en Kampala hasta los cinco años, cuando sus padres emigraron a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Tenía siete años cuando llegó con ellos a Nueva York. Ahí creció. Su vida fue, ha dicho, privilegiada. Estudió en una escuela del Upper West Side; terminó su bachillerato en la Bronx High School of Science de Kingsbridge Heights, donde fundó un equipo de cricket; cursó después la carrera de Estudios Africanos en Bowdoin College, Maine.
Al terminar la universidad, Mamdani fue consejero comunitario: ayudó a personas de bajos ingresos con notificaciones de desalojo que hacían esfuerzos por permanecer en sus hogares, lo que le permitió conocer de cerca la crisis de la vivienda y la asequibilidad.
También incursionó en la música: compuso hip-hop y rap, lanzó un sencillo titulado Nani bajo el pseudónimo de Mister Cardamom y produjo la banda sonora de la película Queen of Katwe, por la que fue nominado en los Guild of Music Supervisors Awards. Por esas fechas comenzó su carrera política, como miembro de los Socialistas Democráticos de América, una agrupación surgida tras la decepción de la derrota de Hillary Clinton frente a Trump, bajo la inspiración del senador Bernie Sanders. En 2018, año en que obtuvo la nacionalidad americana, fue jefe de campaña de la candidatura de Ross Barkan al senado del estado de Nueva York; en 2019 fue candidato para representar a Astoria y Long Island City; en 2020 fue electo a la Asamblea Estatal de Nueva York, con sede en Albany. Ese año conoció (por medio de una app) a una americana de origen sirio con quien se casó hace poco: la ceramista Rama Duwaji.
Mamdani anunció en octubre de 2024 su candidatura para la alcaldía de la ciudad de Nueva York. Era cercano a Alexandria Ocasio-Cortez. Con juventud y carisma, y dominio del lenguaje de las redes sociales, donde publicaba videos alegres y graciosos en TikTok y en Instagram, juntó un ejército de unos cien mil voluntarios (jóvenes, a menudo de color) que tuvieron contacto con más de tres millones de familias, a las que le pidieron su voto a cambio de tres cosas: congelación de las rentas de alquiler, acceso a autobuses gratuitos y guarderías sin costo para los niños menores de cinco años. En junio ganó las primarias del Partido Demócrata. Hizo campaña en urdu, hindi, árabe, español. Reivindicó su fe (sus padres tienen religioses distintas, él musulmán y ella hindú, aunque él mismo es musulmán). En los meses que siguieron –tras ser acusado de antisemita, terrorista y comunista– ganó el apoyo de los grandes del centro de su partido: Kamala Harris, Kathy Hochul, Barack Obama. El 1 de enero del año que viene tomará protesta como alcalde de Nueva York.






















