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No es la oposición, es la inconformidad


Columna de opinión escrita por Jorge Zepeda Patterson para el diario Milenio


Martes 25 de noviembre de 2025


Jorge Zepeda Patterson

Quien puso en jaque al país este lunes no fue la oposición, tan cuestionada en círculos presidenciales en los últimos días, sino transportistas y agricultores orquestadores de un ambicioso y dañino bloqueo de la capital y otras regiones. Escribo estas líneas sin oportunidad de conocer el saldo final de la efectividad o no de este bloqueo, pero asumo que, al margen del resultado, se trata de una acción cuya mera existencia revela los potenciales pies de barro de la cuarta transformación. El gobierno corre el riesgo de obsesionarse con una oposición que tiene más vida en el discurso de la Presidenta que en la calle, mientras deja de ver las fracturas sociales y políticas capaces de hacer fracasar el proyecto de cambio del grupo en el poder.


La verdadera amenaza no procede de 100 encapuchados colados en una manifestación, sean el bloque negro o cualquier otro color. Un incidente que pudo haber sucedido en París, en Roma, en Tokio, en Londres o en São Paulo. Habría bastado que gobierno y oposición hubiesen repudiado el acto de violencia como algo ajeno a la arena política, en lugar de aprovecharlo para descalificarse mutuamente.


No, el riesgo para la 4T está en otro lado. Quieren debilitarme, pero no lo conseguirán, ha dicho Claudia Sheinbaum refiriéndose a las críticas de siempre. En realidad, lo que sí puede generar una sensación de debilidad, y enorme molestia, es la incapacidad del gobierno para evitar el caos al que se condena a millones de personas por acciones como el bloqueo de este lunes.


Y no me refiero solo al efecto que provocan marchas y congestiones, mucho más significativo es lo que está detrás: uno, la cantidad de actores sociales y productivos que abrigan motivos para estar inconformes, y dos, la dificultad que encuentra el gobierno para procesar respuestas satisfactorias a esta inconformidad. La mayor parte de estos problemas no los generó el gobierno de la 4T, pero en tanto autoridad hoy está exigida para dar respuesta a ellos.


La legitimidad de un sistema político y, a la larga, el apoyo al grupo gobernante reside en su capacidad para gestionar agravios, necesidades y reivindicaciones de los actores sociales y económicos más significativos de la sociedad. Y, a su vez, esta capacidad de respuesta depende de dos factores: la habilidad política y los recursos disponibles. En ocasiones, una buena gestión política y un carisma singular están en condiciones de hacer maravillas con recursos escasos para conseguir una momentánea legitimidad. Y viceversa, una cartera gruesa puede compensar por un rato la falta de pericia política. A la larga, los dos factores son imprescindibles.


El bloqueo carretero de este lunes ilustra que en ambos temas la 4T acusa problemas. “A estas horas no hay manera. Eso debieron pensarlo la semana pasada. Están locos si mandan un comunicado ahorita”, dijo un líder del Frente Nacional para el Rescate del Campo, una de las organizaciones convocantes al paro, refiriéndose a un comunicado de Gobernación que citó a los inconformes a una reunión este lunes a las 11 de la mañana. La semana pasada, habría que decirlo, la atención política del gabinete estuvo concentrada en otra cosa. Si bien la Presidenta posee una enorme habilidad y energía para desdoblarse en tantas tareas, el contenido de las mañaneras deja en claro que en los últimos días estaba más preocupada por ganar el post debate sobre la manifestación del Zócalo de una semana antes, y por justificar la marcha de apoyo a la 4T para el 6 de diciembre. Pero meter medio millón de seguidores a la plaza central no mejorará en un ápice la posibilidad de resolver las necesidades de agricultores y transportistas que este lunes ocasionaron tal abolladura a la imagen del gobierno.


La gestión política no ha sido la mejor, pero la entraña del problema es otra: la falta de recursos. En última instancia es eso lo que necesita el gobierno para responder cabalmente a la legítima preocupación de quienes este lunes protestaron tan radicalmente. Los transportistas se quejan del incremento en asaltos carreteros y la extorsión de autoridades a los choferes, los agricultores por el precio de garantía de sus productos. Sin duda, Claudia Sheinbaum ha puesto en marcha una necesaria y ambiciosa modernización de la administración pública; entre otras cosas, eso permitirá hacer más con menos. Pero hay límites a lo que puede cubrir una cobija demasiado pequeña, no importa en qué dirección la estiremos.


Los transportistas hablan de 24 mil robos de carga al año, pérdidas de más de 7 mil millones de pesos y un crecimiento de 16 por ciento en los delitos. Cifras que no coinciden con los datos oficiales, pero el hecho es que la inseguridad en carreteras persiste. Se quejan de que el reemplazo de las patrullas de caminos tradicionales por unidades de la Guardia Nacional empeoró el problema por la escasez de unidades, la falta de capacitación y la frecuente corrupción de sus miembros.


El tema de los agricultores es aún más complicado porque más allá del precio de garantía que solicitan, muy por encima del valor de mercado, se trata en el fondo de un problema de inviabilidad de la agricultura tradicional. Modificar las causas estructurales y paliar sus efectos requiere no solo de políticas de fondo, algunas de las cuales se están intentando, sino de enormes recursos económicos que hoy en día no se tienen.


El riesgo para la 4T es que cometa el mismo error que los gobiernos neoliberales: creer que el malestar es una creación de la oposición. Asumieron que López Obrador era el problema, en lugar de entender que había una inconformidad de la cual simplemente el tabasqueño se convirtió en vehículo. Por supuesto que la oposición se montará en estas expresiones de inconformidad para llevar agua a su molino. Sucede en todo el mundo. Pero no habría que confundir la causa con el efecto.


Claudia Sheinbaum afirma que la gente está feliz y la molestia es una creación de la propaganda adversaria. Quizá deba ser la posición oficial, pero no la estratégica. La calle comienza a ser tomada cada vez con más frecuencia por parte de distintos vecinos, comunidades, sectores. Y es un hecho que los empresarios no están invirtiendo. Echar la culpa a los infundios y mala entraña de la oposición puede servir momentáneamente para distraer o patear el bote. Pero los problemas de fondo al final pasan factura. Así sucedió en Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia y está en peligro de suceder en Chile, Colombia y Honduras; países en los que los gobiernos populares han sido incapaces de profundizar la prosperidad de las mayorías, por falta de recursos y estancamiento económico.


Habrá que insistir que el éxito o fracaso de la 4T no será político sino económico. No es el PAN, el PRI, Claudio X o Salinas Pliego el verdadero riesgo para el gobierno de Claudia Sheinbaum. No es en el ámbito de las movilizaciones en pro o en contra donde se definirá su suerte. Es en la capacidad o la incapacidad de respuesta a partir de recursos públicos suficientes y una economía activa capaz de generar empleos. Si eso no se consigue, la inconformidad seguirá creciendo, sin importar quién aparezca al final para aprovecharla.



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Seguimiento al talón de Aquiles de


la 4T


Columna de opinión escrita por Leo Zuckermann para el periódico Excélsior


Martes 25 de noviembre de 2025


Leo Zuckermann

En este espacio he dicho que el punto más débil que tiene la Cuarta Transformación es la falta de crecimiento económico. Es su talón de Aquiles.


Llevan ya siete años gobernando y la constante ha sido el estancamiento de la economía nacional.


En los seis años de López Obrador, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) fue un magro 5%. Si lo vemos por PIB per cápita, el crecimiento fue, de hecho, negativo en el sexenio: -1%.


La misma tendencia continúa en la administración de Claudia Sheinbaum. La economía se está desacelerando en la parte final del 2025 de tal suerte que, si bien nos va, el crecimiento del PIB en este año será de alrededor de 0.3%, es decir, nada.


Para el año que viene, los expertos en materia económica prevén un número mayor, acaso por arribita de 1%.


La realidad es que la economía no crece desde que llegó la 4T al poder.


Esta situación de estancamiento endémico es sostenible en países desarrollados, de ingreso alto, que ya no crecen en población, como es el caso de Japón o Europa. México, sin embargo, sigue siendo un país de renta media, con millones de personas que viven en la pobreza, y con un perfil poblacional todavía al alza. No podemos darnos el lujo de que se paralice nuestra economía.


La sociedad aguantó seis años de estancamiento con López Obrador y volvió a ratificar, en las urnas, al proyecto de la 4T. Mucho influyó, sin duda, la repartición de miles de millones de pesos en programas sociales que beneficiaron a una mayoría de los hogares del país. Tan sólo en 2024, año electoral, el gobierno federal erogó 735 mil millones de pesos en estos programas.


La repartición de recursos en efectivo ha sido tremendamente popular para Morena. Sin embargo, es una bola de nieve que va creciendo con los años. Ya en este 2025, el gobierno gastó 100 mil millones de pesos más en programas sociales para alcanzar los 835 mil millones de pesos; para el siguiente año tienen presupuestados recursos con el fin de alcanzar el billón de pesos.


Y es que, cuando un gobierno reparte recursos de esta manera, la gente demanda cada vez más dinero para estar contenta. El gobierno, presionado por mantener su popularidad, va soltando más y más dinero conforme pasa el tiempo, lo cual va apretando cada vez más las finanzas públicas.


Si hubiera crecimiento económico, el gobierno podría recaudar más dinero de los impuestos. Sin embargo, en un escenario de estancamiento, le quedan tres opciones.


Uno, recortar el gasto en otros rubros, lo cual se antoja ya imposible porque eso mismo hizo AMLO en su sexenio dejando en los huesos partidas tan importantes como la seguridad o salud.


Dos, incrementar la deuda, una opción también problemática porque AMLO se despachó con la cuchara grande el último año de su sexenio incrementando la deuda pública en más de cuatro puntos porcentuales del PIB. Quizá Sheinbaum pueda endeudarse unos puntitos más del PIB, con el riesgo de que el país pierda el grado de inversión, lo cual significaría un incremento en el servicio financiero de la deuda.


Finalmente, el gobierno podría incrementar sus ingresos realizando una reforma fiscal o apretando más a los contribuyentes cautivos.


Lo primero no lo harán porque tendría un gran costo electoral.


Queda, por tanto, seguir exprimiendo a los que sí pagan impuestos utilizando al nuevo Poder Judicial, que ahora controla Morena, y la reforma a la Ley del Amparo, que deja indefensos a los contribuyentes.


Pero esta operación también tiene un límite. Entre más se exprime un limón, menos jugo queda. Lo mismo pasa con los que pagan impuestos.


La falta de crecimiento económico se debe a la falta de apetito por invertir en México. Los empresarios nacionales siguen viendo con aversión a la 4T. Una 4T que está instalando una Estado gandalla, que desmantela contrapesos y reforma leyes para quitarles derechos de protección a los ciudadanos.


Los que tienen dinero desconfían de un gobierno que abusa del poder defenestrando al Poder Judicial, sustituyéndolos con jueces a modo y limitando el derecho al amparo. Amén de la retórica antiempresarial de los grupos más radicales de la 4T que desconfían de los “cochinos capitalistas”, lo único que consiguen es que la desconfianza se vuelva mutua.


Sin inversión privada no habrá crecimiento económico. Sin crecimiento económico será insostenible el modelo político clientelar basado en la repartición de miles de millones de pesos en programas sociales. Y sin dinero en el erario, la 4T difícilmente sobrevivirá. Por eso, el estancamiento de la economía es y será su talón de Aquiles.



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