Cual república?
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Columna de opinión escrita por Jean Meyer para el diario El Universal
Lunes 10 de noviembre de 2025
Jean Meyer
Alain Touraine nos decía que todo depende de la voluntad de cada uno, que todos debemos volver a ser ciudadanos. Para ser “ciudadanos”, debemos leer la Ética de Aristóteles y convencernos de que la política “persigue lo bueno y lo justo y puede ser el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana”. Según el griego, el resultado de la política es la felicidad, puesto que “es lo mismo vivir bien y obrar bien, que ser feliz.”
Pero otro politólogo, el búlgaro Iván Krastev observa que “pasamos de una república de ciudadanos a una república de fans” y que “nuestras sociedades padecen algo así como guerras civiles: el enemigo está dentro”. Krastev habla de los países del Este de Europa, sin embargo, su análisis vale para todas las democracias liberales que se marchitan en el mundo, tanto en Estados Unidos, como en Francia y México. Dice que “a los ciudadanos se les trata como a hinchas de fútbol. Cada vez que pierdes, alguien debe tener la culpa, nunca tu equipo”. Pasa con todos, “también con los populistas, que, incluso cuando están en el gobierno, psicológicamente se comportan como víctimas, como si estuvieran en la oposición. Si eres una víctima, puedes permitirte comportarte como un villano”. A buen entendedor, pocas palabras.
Como Stuart Mill advirtió, y Tocqueville demostró en su Democracia en América, es fatalmente fácil confundir el principio democrático, de que el poder debe estar en manos de la mayoría, con la pretensión inadmisible de que la mayoría en posesión del poder no tiene que respetar ningún límite (R. Dworkin comp. La Filosofía del derecho, FCE, 2014). Esto es el riesgo que corremos y que debemos enfrentar porque es parte fundamental del régimen democrático. Enfrentar sin rendirnos, como les pasó a los alemanes al final de la república de Weimar, lo que cuenta muy bien Jacobo Dayan en su Weimar, la muerte de una democracia (2023). Tardamos en entrar al estrecho corredor que lleva a la libertad y avanzamos lentamente, desde la primera reforma electoral de 1977; parece que salirse del pasillo es más rápido. Las decepciones de las dos presidencias panistas, agravadas por el desastroso regreso del PRI al poder en 2012, provocaron el “vómito social” de las elecciones de 2018 y la indiferencia frente a la evolución iniciada por Andrés Manuel López Obrador.
“Los actos de algunos hombres tienen para millones consecuencias semejantes a las que resultan para todos los seres vivos de las perturbaciones y de las variaciones de su medio. Así como las causas naturales producen granizo, ciclones, epidemias, así causas inteligentes actúan sobre millones de hombres, cuya inmensa mayoría las sufre como sufre los caprichos del cielo, de la mar, de la corteza terrestre. La inteligencia y la voluntad afectando las masas como causas físicas y ciegas, es lo que nombran política”, afirmaba hace un siglo un desencantado Paul Valéry. Ochenta años más tarde, Cees Nooteboom le hace eco: “El acontecimiento no está creado más que por unos pocos, todos los demás lo resienten”.
Efectivamente ¿quién no ha sentido, profundamente, su impotencia frente a los acontecimientos políticos? Y, concretamente, ahora, frente a la erosión de las libertades “formales”, libertades “burguesas”, como las han calificado muchos y, a veces profundos, pensadores de las cuatro últimas generaciones, contando la presente. ¿Qué es la libertad en democracia? Que todos puedan votar por su candidato, que los medios expresen opiniones contradictorias y críticas, descubran los hechos, no sigan la famosa “línea”. Sin esas pobres libertades, un Nelson Mandela no habría llegado al poder, mediante elecciones libres, ahorrando a su país un baño de sangre. “El espíritu libre rechaza los vendedores de sueño”, y las sociedades libres rechazan una ortodoxia impuesta por el gobierno. De la misma manera que la gente se ha decepcionado con el liberalismo, algún día se sentirá decepcionada con los regímenes populistas, así que no hay que deprimirse.
Última hora: la universidad Erasmus de Rotterdam canceló la invitación a la socióloga francesa Eva Illiouz porque dio unas clases en la universidad hebrea de Jerusalén. ¿Qué hubiera dicho el gran Erasmo, campeón de la libertad de espíritu?
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La presidenta de México tiene un
problema de asesinato
Columna de opinión escrita por María Anastasia O’Grady para el diario estadounidense The Wall Street Journal
Lunes 10 de noviembre de 2025
María Anastasia O’Grady
Uruapan, en el estado de Michoacán, se enfrenta a las mismas redes de crimen organizado que gobiernan franjas de otro territorio mexicano. El tráfico de drogas y las guerras de territorio son implacables. En estados agrícolas como Michoacán, la extorsión de los agricultores, en particular los productores de aguacate y limón, es desenfrenada.
Después de asumir el cargo el año pasado, el alcalde Carlos Manzo, de 40 años, un independiente, había llamado al gobernador del estado, miembro del Partido Morena del presidente Sheinbaum, por su complacencia hacia los culpables. Manzo dijo que las autoridades deberían cazarlos. Al unirse a la persecución con su sombrero de vaquero característico, se convirtió en un héroe popular local. Un sicero le disparó al alcalde a quemarropa en una plaza de la ciudad llena de gente.
La respuesta de la Sra. Sheinbaum al audaz asalto es prometer mejores capacidades de recopilación de inteligencia, un aumento en el despliegue de recursos militares y una búsqueda de las "causas raíz" de la violencia fugitiva. Parece que está tratando de liberarse de su predecesor Morena, Andrés Manuel López Obrador, que buscaba apaciguar a los grupos criminales. Pero su expansión de los programas sociales pierde el punto. México necesita una defensa local, estatal y federal de los derechos de vida y propiedad.
Colombia ofrece algunas lecciones. En la década de 1980, los cárteles de la droga se unieron a grupos rebeldes para obtener el control de muchas jurisdicciones rurales, recaudando impuestos y gobernando sobre la sociedad civil. Una amnistía de 1990 para los terroristas del M-19 no trae la paz. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias Marxistas de Colombia, o FARC, ganaron terreno.
La debilidad del estado produjo al vigilante paramilitar. Libró sangrientas batallas con los rebeldes. Jueces, políticos, fuerzas del orden y muchos inocentes quedaron atrapados en el medio. En un intento de negociar un acuerdo, el gobierno en 1998 dio a las FARC un refugio seguro. El terrorismo empeoró. La iniciativa Plan Colombia de la administración Clinton mejoró la inteligencia, pero hizo poco más.
En el momento en que Álvaro Uribe comenzó a hacer campaña para las elecciones presidenciales de mayo de 2002, la democracia más antigua de América del Sur se encontraba en medio de una crisis de seguridad nacional. Una noche me reuní con él y algunos otros colombianos en el exclusivo Club El Nogal de Bogotá. El ex gobernador del departamento de Antioquia aún no era un candidato líder. Pero prometió que si ganaba las elecciones y no había un acuerdo de paz con las FARC para el día en que asumió el cargo, marcharía tropas hacia la zona desmilitarizada.
Al reseró que eso no era necesario. El presidente Andrés Pastrana terminó el refugio seguro en febrero de 2002. Sin embargo, la amenaza del Sr. Uribe me había permitido vislumbrar la claridad moral que vendría a definir el uribismo. Seis meses después de que él prestara juramento, las FARC condujeron un coche bomba en el estacionamiento del Club El Nogal. La explosión mató a 32 personas, incluidos seis niños, e hirió a unos 160. Otros presidentes podrían haber convocado conversaciones. En cambio, el impactante acto de agresión profundizó la determinación del Sr. Uribe de derrotar a los responsables.
El Sr. Uribe no pudo frenar el voraz apetito estadounidense por la cocaína. Pero elaboró una estrategia nacional para fortalecer y profesionalizar a los militares, restaurar la presencia y la autoridad del estado en todo el país y ofrecer lo que llamó "seguridad democrática". Redujo drásticamente el espacio disponible para cultivar coca y producir cocaína, para ejecutar extorsión y secuestrar raquetas. Pulgada a pulgada, restauró el territorio colombiano. Su sucesor, el presidente Juan Manuel Santos, lo devolvió todo con una amnistía para los criminales en 2016 y más leyes contra el ejército. Pero los éxitos del gobierno de Uribe siguen siendo instructivos.
El Sr. Uribe tuvo suerte en que seis de sus ocho años en el cargo coincidieron con el gobierno del presidente George W. Arbusto. Hizo operativo el Plan Colombia al dar al país el apoyo militar muy necesario, en tiempo real, junto con la asistencia de inteligencia.
La Sra. Sheinbaum heredó mucha corrupción institucional del Sr. López Obrador, incluso dentro del ejército. Eso hace que su trabajo sea más difícil, al igual que lo que parecen ser vínculos entre Morena y los cárteles. A Morena le gusta el gobierno centralizado, pero una paz duradera requerirá descentralización y más recursos para la policía local y estatal.
La presidenta culpa a sus oponentes políticos por crear la atmósfera de violencia. Pero durante la presidencia de centro-derecha de Felipe Calderón en 2006-12, quien se enfrentó a los cárteles, hubo casi 30.000 asesinatos menos que en los seis años de cualquiera de los dos presidentes siguientes. Cuando el Sr. Calderón estaba dejando el cargo, la tasa de homicidios estaba cayendo. La estrategia de "abrazos, no balazos" del Sr. López Obrador dejó un récord de 151.000 muertos.
La lección tanto de Colombia como de México es que un gobierno que no defiende la vida y la propiedad de los merodeadores invita a más caos y miseria.
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Mucho poder, nada de
responsabilidad
Columna de opinión escrita por Leo Zuckermann para el periódico Excélsior
Lunes 10 de noviembre de 2025
Leo Zuckermann
Una de las cosas que más me disgusta de la llamada “Cuarta Transformación” es que no se hacen responsables de sus actos u omisiones. En lugar de eso, se victimizan. Es una tradición que les viene de su fundador: Andrés Manuel López Obrador.
Por razones personales, me ausenté una semana de mi labor como comentarista político. Regreso y me encuentro con la terrible noticia del asesinato del presidente municipal de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo. El alcalde solicitó ayuda al gobierno federal para resolver el problema de seguridad en su municipio y alertó de las amenazas que existían en contra de su vida. La administración de Sheinbaum le asignó 14 elementos de la Guardia Nacional para su protección. No obstante, un adolescente de 17 años lo asesinó sin problema alguno.
¿Y qué hizo el gobierno de la 4T frente a este atentado?
Escurrir el bulto y victimizarse.
En lugar de asumir su responsabilidad, le echó la culpa de lo ocurrido al gobierno de Felipe Calderón que gobernó México hace casi dos décadas.
Parece chiste, pero no lo es.
Que si Calderón comenzó la guerra en contra del crimen organizado. Que si su secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, era un corrupto. Que si estos polvos vienen de aquellos lodos.
Puros pretextos para no asumir la responsabilidad que tiene el gobierno actual.
No faltó la victimización. Que si la prensa y los comentaristas eran unos “buitres” que quieren sacar raja política de este asunto. Porque ellos, pobrecitos, son inocentes palomitas que no hay que tocar ni con el pétalo de una rosa.
Ahora resulta que las víctimas de lo ocurrido no son Manzo, su esposa, su familia y toda la ciudad de Uruapan que vive bajo el yugo del crimen organizado. No, señor. Las verdaderas víctimas son la Presidenta, su gobierno y partido por las críticas que recibieron frente a una realidad apabullante. De verdad que pobrecitos. Cómo sufren.
Dejémonos ya de pretextos.
El pueblo de México eligió mayoritaria y contundentemente a Morena para resolver los problemas del país. Que no nos vengan con la manga del muerto. Que no escurran el bulto y se victimicen. La 4T tiene todo el poder. Controlan el Ejecutivo, Legislativo y Judicial federales. Gobiernan la gran mayoría de las entidades federativas, incluyendo Michoacán. Prácticamente no tienen ningún contrapeso. Que resuelvan de una vez por todas el problema de la seguridad que para eso sirve el gran poder que tienen.
Les debería dar vergüenza: quieren todas las ventajas de gobernar, pero no la responsabilidad de tenerlo.
A diferencia de la 4T, el alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, sí tenía la voluntad de resolver el problema de la inseguridad en su municipio. “No puede haber abrazos para los delincuentes…hay que abatirlos cuando atentan contra la gente inocente”, declaraba harto de la situación. No escurría el bulto. Sabía, sin embargo, que no podía solo. Demandaba apoyo de los gobiernos estatal y federal.
Pero, como había dejado a Morena para convertirse en candidato independiente, no lo pelaban sus ex camaradas. Los apoyos nunca llegaron. El primero de noviembre pasado, durante un evento público, el Festival de Velas por el Día de Muertos, lo asesinaron. Se dice que fue el Cártel Jalisco Nueva Generación y/u otros grupos delictivos que operan en Michoacán.
Después de buscar pretextos y victimizarse, el gobierno de Sheinbaum finalmente anunció un nuevo plan de seguridad para Michoacán al igual que en su momento lo hicieron Calderón y Peña Nieto.
¿Tendrá éxito este nuevo intento gubernamental de resolver la inseguridad en Michoacán?
No lo sé, pero lo dudo.
Y lo dudo porque los gobiernos, independientemente del color que sean, son parte del problema. Ellos mismos son los que ofrecen la protección que requieren los grupos del crimen organizado. Tal y como lo vimos con Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, líder de los Caballeros Templarios, que tenía vínculos significativos con el hijo del gobernador michoacano Fausto Vallejo.
Decía Barack Obama, presidente de Estados Unidos, que “ser responsable no es culpar a otros, sino tomar la iniciativa para corregir lo que está mal”. Me temo que la 4T no tiene ese gen en su ADN. Por el contrario, para ellos el impulso es culpar al pasado, victimizarse y proteger a los políticos morenistas que son parte del problema.
Tienen mucho poder, pero no se hacen responsables de sus actos u omisiones.
Ya llegará el día en que la ciudadanía se harte de tantos pretextos y patrañas.


























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